lunes, 15 de febrero de 2010

Para qué tanta vida?



Estoy llena de vacios, de huecos, de hoyos negros, de fantasmas palpitantes que me devoran. Van y vienen, se retuercen, vomitan en mis ojos, escupen mi nombre me rasgan el nombre. Estoy hecha de nervios y gritos y entrañas y sangre y recuerdos putrefactos que regresan, van y vienen, vuelven, revuelven, se devuelven,  me hacen daño, me aniquilan, me borran la sonrisa pariendo muecas en los agujeros donde ya no hay dientes.  Quedo ahí medio muerta para mí, sin razón alguna, quedó ahí entre cuerpos esqueléticos que me lamen hasta los huesos, me chupan cada poro, me lamen las tristezas, me babean encima lágrimas de nostalgia, como me duele llamarme como me llamo, como me duele ser quien soy, como pesa estar vivo, como pesa la poesía.
Y yo no quiero, no quiero, pero las cadenas me sujetan hasta el alma.  Me voy pudriendo, voy gritando, desangrándome, olvidándome, hundiéndome y ni el abismo con su magia podrá salvarme.
Ahí están los cuchillos ya los veo, los siento a travesarme…
Los siento. Lo siento. Perdóname.
No puedo no puedo no puedo no puedo no puedo no puedo puedo puedo puedo
No puedo más…
Gritos y fetos malolientes he parido de mi boca, mi lengua enlutada enterrando
Enterrándome
Ya no puedo más…
Un grito y me voy con las lilas…
Tal vez ellas puedan llevarme… salvarme.
No,  no es cierto.
Para qué tanta desesperación? Para qué tanta lucidez?
La herida palpita, sólo jaulas ¡señor! Sólo jaulas.
¡Ay Alejandra ¡ Tú tan sabia, para qué tanta vida?