sábado, 20 de febrero de 2010

A Eduardo


Sólo 3 minutos de diferencia para irme con el aire, la ciudad huele a tango y a chocolate caliente... las paredes sienten sus trazos dorados en el alma, los afiches desbaratan los muros y salen a caminar por la calles...

-          Hola, dice ella.
Él mira el abismo.

Detenidos y delirados, se encuentran lentamente deslizándose  temiendo a herirse con su tacto, a quemarse con el roce accidental de la piel que se busca, de las miradas intencionadas, dilatadas y delatadas que dejan en la puerta una sonrisa…

Los pasos escudriñan, los pies lamen las huellas, los caminos se cruzan, se golpean, se abren y cierran.

-          Te buscaba. Dice él.
-          Estaba esperándote, contesta ella.

El abismo los desespera y los devora. Es un saludo que ya sabe a nostalgia. Una bienvenida con la mano lista para cerrar la puerta. Tienes la llave pero mis candados sólo cierran.

-Adiós. Dice ella

Él sostiene su mano junto al pum pum frenético de su pecho. Un pájaro canta desde muy adentro. Ella se detiene, enloquecida se abalanza, se sumerge en su sonrisa. Se apasionan, se besan, se alimentan, se conocen, se enardecen, primaveran… se abisman.

El tren se ha detenido, las maletas están hechas hace ya muchos días. El tren arranca de nuevo, los caminos se dibujan en las ventanas, los dos pares de piernas siguen juntas.

-Hola, dice ella.

Él seca sus lágrimas con sus besos. Los dedos se cierran, las manos se devoran, se persiguen en el aire, danzan lentamente.

-Bésame, Dice ella.

El abismo ha cerrado los ojos.